miércoles, 1 de abril de 2015

Cromañon hoy, a 10 años de la tragedia.

Zapatillas de lona que forman una alfombra sobre el piso, paredes ennegrecidas, marcas de manos desesperadas por querer salir, un candado que nunca se abrió. El suelo pegajoso, gotas del fuego de esa media sombra que ardió y asfixió a todo el lugar, olor a humedad y encierro, no entra ni un rayo de luz. Las ventanas siguen tapiadas. Cromañón quedó detenido en el tiempo, todo está igual que hace 10 años, cuando el 30 de diciembre del 2004 se produjo la tragedia más grande que dejó 194 muertos.
 La Justicia prohíbe entrar al ex boliche, pero no hay una faja que impida el paso. Un chapón oxidado cruza el ingreso, pero está corrido, intencionalmente. Adentro hay diarios recientes y olor a pis, prueba de que ahí duerme gente. Entró una sobreviviente, que quedó shockeada. “Pasó por la puerta y vio que estaba abierta. Recorrió todo alumbrándose con el celular. Salió destruida y tuvo una recaída en su tratamiento psicológico”, contaron en una de las ONG que asiste a las víctimas. Las escenas son terroríficas, una especie de museo del horror que nadie controla.
El tendal, ese que les impresiona a los curiosos, esta lleno de elementos personales: llaves, fotografías, entradas, documentos, banderas, llaveros y mochilas. Recuerdos de seres que ya no están. Sobre el escenario permanece la bandera de Callejeros, el trapo grande que era la imagen del disco que presentaban esa noche, Rocanroles sin destino. “A consumirme, a incendiarme”, decía la canción “Distinto” con la que abrieron el show. 


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